MISIONES VOCACIONALES 2018
Objetivo: Promover una cultura vocacional por la presencia de Jesucristo, ayudando a las personas a descubrir el llamado de Dios.
«Bao» el controvertido corto animado de Pixar que nos enseña a dejar ir
Pixar lo hace de nuevo. Como es costumbre para el lanzamiento de sus nuevas películas, el estudio de animación nos sorprende a todos una vez más con un insólito corto llamado «Bao». Todas aquellas personas que han ido a ver «Los Increíbles 2» han tenido la oportunidad de ver el controvertido corto que se ha ganado por estos días críticas positivas y negativas.
La historia se centra en una madre y la íntima relación que crea con su hijo, todo empieza cuando esta mujer se sienta a la mesa junto a su esposo para cenar y el último “bao” (como comúnmente se le llama a un pan relleno al vapor en China) cobra vida y es adoptado como miembro de la familia. A medida que pasa el tiempo, el pequeño crece y vive distintas experiencias que le permiten entender, que es capaz de socializar con otras personas, hacer amigos, tener una novia y finalmente desprenderse de su hogar.
Este corto se relaciona estrechamente con el síndrome del nido vacío, que se refiere a la angustia y el dolor por el que atraviesa una madre al ver cada vez más cercana la partida de un hijo. A pesar de que aún no está disponible el corto completo, te invitamos a ver el tráiler y si ya viste la película entenderás mucho mejor de qué estamos hablando.
Estas son las tres razones por las que este bonito corto vale la pena. Si no lo has visto completo te advertimos que hay spoilers
1. Todos los padres pueden sentirse identificadosTanto el padre como la madre pueden identificarse fácilmente con los personajes, sin embargo, es la madre quien se lleva el protagonismo. La mujer desempeña su rol con un elevado índice de sobreprotección, aspecto que en algún punto de la crianza nos caracteriza a todas las que ya somos madres. La protagonista de esta historia se alegra con los triunfos de su hijo, se esmera por hacerlo sentir bien en casa, se preocupa por sus cambios de humor, lo trata con amor y cariño desmedido y en su desesperado intento por mantenerlo cerca, se muestra molesta ante la real pero dolorosa decisión de su hijo de salir con sus amigos y de encontrar el amor de una mujer, quien más tarde será la razón por la que abandone su hogar.
Con seguridad el corto tocará el corazón de todas las madres que lo vean, pero de cierto modo tendrá un efecto mucho más emotivo en aquellas que ya han visto partir a sus hijos del hogar por diversos motivos: matrimonio, independencia, estudio, viajes, trabajo etc. Y aunque muchas veces no se encuentre manera de llenar el vacío, el dolor que experimenta una madre es consecuencia del inmenso amor que siente por cada uno de sus hijos. Hay una escena en especial (justamente la más criticada): la escena en que la madre se niega al abandono, al hecho de que su hijo haya tomado la decisión de irse, la de querer aferrarse con todas sus fuerzas a ese pequeño que ha criado, al que ha dedicado sus días y noches enteras y al que quisiera suplicarle de todos los modos que no se vaya.
2. Habla de la independenciaEste aspecto está presente en cualquier niño. Nace y a los pocos meses quiere sentarse solo, caminar sin ayuda, comer con sus propias manos, intentar ponerse los zapatos y la ropa sin gritar ¡no puedo! y años más tarde salir con sus amigos, presentar a su primera novia o irse de casa. La independencia es un tema necesario, natural y evolutivo, pero que siempre vendrá cargado de dolor para los padres, especialmente para la madre, quien en la mayoría de los casos, es la persona más cercana a los hijos, la que los conoce de pies a cabeza y a la que más le costará “soltar”.
«Bao», muestra con pequeños pero significativos detalles que la independencia es algo que todos necesitamos pero que no todos logramos entender, o por lo menos no al mismo ritmo. El dicho de que “los hijos son prestados” suena cruel, pero es cierto. Nuestro rol de padres será el de velar por el bienestar de nuestros hijos, el de hacerlos crecer en el amor, aunque muchas veces sin darnos cuenta, nos convertimos en los protagonistas: padres sobreprotectores que buscamos impedir que nuestro hijo encuentre un amor superior al que encuentra en casa.
3. Nos hace ver que es necesario dejar irPara muchos el tema de soltar o dejar ir no solo a un hijo sino a cualquier ser querido es muy difícil. «Bao» es una historia que nos permite entender en pocos minutos cuanto puede llegar a doler, pero también cuanta alegría nos puede proporcionar una vez que el “dejar ir”, se entiende como un camino inherente que viene si o si con la paternidad y que debe ser aceptado desde el amor. La realidad es que, para cualquier padre va a ser complicado y difícil de asimilar, pero este corto nos demuestra que aunque el hijo decida tomar otro camino siempre habrá algo que los unirá.
Aunque el padre no está muy presente a lo largo de la historia, su rol se hace indispensable al final del corto. Es el puente que le permite a madre e hijo volverse a encontrar después de un tiempo. Esta vez el hijo es quien trata de consolar a la madre en medio del dolor, se acerca a ella con dulzura y le hace ver que, aunque ahora no estén juntos todo el tiempo, siempre estarán unidos por un vínculo indeleble.
La familia es una palabra que abarca infinitos significados y a la vez compromisos. Es deber de los padres siempre estar allí pero también es deber del hijo volver, valorar cada esfuerzo hecho por sus padres, separarse sin llegar a romper el hilo que los une, entender que el corazón de una madre y un padre debe ser alimentado con el mismo amor que ellos nos proporcionaron cuando nosotros éramos chicos, indefensos e inseguros. Es como si los papeles se invirtieran y nuestros padres fueran esas pequeñas plantas a las que se les debe regar, a las que se les debe alimentar desde el alma, a las que se les debe calentar con rayos de sol y a las que se les debe recordar a diario cuánto valen. Hay aspectos que no podemos posponer u obviar cuando se trata de educar a nuestros hijos y que, frente a los obstáculos que viven todas las familias de hoy, es necesario profundizar. Para esto te invitamos a hacer click aquí.
Si aún no has visto el corto completo, de seguro este es un gran aliciente para que lo veas con más corazón y menos cabeza. Si eres una madre o un padre al que ya le ha tocado “dejar ir” compártenos tu experiencia.
La historia se centra en una madre y la íntima relación que crea con su hijo, todo empieza cuando esta mujer se sienta a la mesa junto a su esposo para cenar y el último “bao” (como comúnmente se le llama a un pan relleno al vapor en China) cobra vida y es adoptado como miembro de la familia. A medida que pasa el tiempo, el pequeño crece y vive distintas experiencias que le permiten entender, que es capaz de socializar con otras personas, hacer amigos, tener una novia y finalmente desprenderse de su hogar.
Este corto se relaciona estrechamente con el síndrome del nido vacío, que se refiere a la angustia y el dolor por el que atraviesa una madre al ver cada vez más cercana la partida de un hijo. A pesar de que aún no está disponible el corto completo, te invitamos a ver el tráiler y si ya viste la película entenderás mucho mejor de qué estamos hablando.
Estas son las tres razones por las que este bonito corto vale la pena. Si no lo has visto completo te advertimos que hay spoilers
1. Todos los padres pueden sentirse identificadosTanto el padre como la madre pueden identificarse fácilmente con los personajes, sin embargo, es la madre quien se lleva el protagonismo. La mujer desempeña su rol con un elevado índice de sobreprotección, aspecto que en algún punto de la crianza nos caracteriza a todas las que ya somos madres. La protagonista de esta historia se alegra con los triunfos de su hijo, se esmera por hacerlo sentir bien en casa, se preocupa por sus cambios de humor, lo trata con amor y cariño desmedido y en su desesperado intento por mantenerlo cerca, se muestra molesta ante la real pero dolorosa decisión de su hijo de salir con sus amigos y de encontrar el amor de una mujer, quien más tarde será la razón por la que abandone su hogar.
Con seguridad el corto tocará el corazón de todas las madres que lo vean, pero de cierto modo tendrá un efecto mucho más emotivo en aquellas que ya han visto partir a sus hijos del hogar por diversos motivos: matrimonio, independencia, estudio, viajes, trabajo etc. Y aunque muchas veces no se encuentre manera de llenar el vacío, el dolor que experimenta una madre es consecuencia del inmenso amor que siente por cada uno de sus hijos. Hay una escena en especial (justamente la más criticada): la escena en que la madre se niega al abandono, al hecho de que su hijo haya tomado la decisión de irse, la de querer aferrarse con todas sus fuerzas a ese pequeño que ha criado, al que ha dedicado sus días y noches enteras y al que quisiera suplicarle de todos los modos que no se vaya.
2. Habla de la independenciaEste aspecto está presente en cualquier niño. Nace y a los pocos meses quiere sentarse solo, caminar sin ayuda, comer con sus propias manos, intentar ponerse los zapatos y la ropa sin gritar ¡no puedo! y años más tarde salir con sus amigos, presentar a su primera novia o irse de casa. La independencia es un tema necesario, natural y evolutivo, pero que siempre vendrá cargado de dolor para los padres, especialmente para la madre, quien en la mayoría de los casos, es la persona más cercana a los hijos, la que los conoce de pies a cabeza y a la que más le costará “soltar”.
«Bao», muestra con pequeños pero significativos detalles que la independencia es algo que todos necesitamos pero que no todos logramos entender, o por lo menos no al mismo ritmo. El dicho de que “los hijos son prestados” suena cruel, pero es cierto. Nuestro rol de padres será el de velar por el bienestar de nuestros hijos, el de hacerlos crecer en el amor, aunque muchas veces sin darnos cuenta, nos convertimos en los protagonistas: padres sobreprotectores que buscamos impedir que nuestro hijo encuentre un amor superior al que encuentra en casa.
3. Nos hace ver que es necesario dejar irPara muchos el tema de soltar o dejar ir no solo a un hijo sino a cualquier ser querido es muy difícil. «Bao» es una historia que nos permite entender en pocos minutos cuanto puede llegar a doler, pero también cuanta alegría nos puede proporcionar una vez que el “dejar ir”, se entiende como un camino inherente que viene si o si con la paternidad y que debe ser aceptado desde el amor. La realidad es que, para cualquier padre va a ser complicado y difícil de asimilar, pero este corto nos demuestra que aunque el hijo decida tomar otro camino siempre habrá algo que los unirá.
Aunque el padre no está muy presente a lo largo de la historia, su rol se hace indispensable al final del corto. Es el puente que le permite a madre e hijo volverse a encontrar después de un tiempo. Esta vez el hijo es quien trata de consolar a la madre en medio del dolor, se acerca a ella con dulzura y le hace ver que, aunque ahora no estén juntos todo el tiempo, siempre estarán unidos por un vínculo indeleble.
La familia es una palabra que abarca infinitos significados y a la vez compromisos. Es deber de los padres siempre estar allí pero también es deber del hijo volver, valorar cada esfuerzo hecho por sus padres, separarse sin llegar a romper el hilo que los une, entender que el corazón de una madre y un padre debe ser alimentado con el mismo amor que ellos nos proporcionaron cuando nosotros éramos chicos, indefensos e inseguros. Es como si los papeles se invirtieran y nuestros padres fueran esas pequeñas plantas a las que se les debe regar, a las que se les debe alimentar desde el alma, a las que se les debe calentar con rayos de sol y a las que se les debe recordar a diario cuánto valen. Hay aspectos que no podemos posponer u obviar cuando se trata de educar a nuestros hijos y que, frente a los obstáculos que viven todas las familias de hoy, es necesario profundizar. Para esto te invitamos a hacer click aquí.
Si aún no has visto el corto completo, de seguro este es un gran aliciente para que lo veas con más corazón y menos cabeza. Si eres una madre o un padre al que ya le ha tocado “dejar ir” compártenos tu experiencia.
Ser Sacerdote hoy

El presente reporte de lectura es acerca de un capítulo del libro Ser Sacerdote hoy de Gisbert Greshake. Quiero comenzar diciendo que la lectura de este apartado del libro ha sido totalmente providencial en estos momentos de mi ministerio, a continuación explicaré el porqué.
El documento en cuestión nos habla, en una primera introducción, acerca de la noche oscura que puede vivir el sacerdote, la cual podría ser consecuencia de una crisis de fe en la vivencia de su ministerio. Nunca debemos idealizar el sacerdocio, considerando que todo será un camino llano y sin obstáculos; al contrario, debemos ir siempre con la concepción de que las dificultades siempre estarán presentes y nos harán haciendo madurar en la fe. Por ello, es imprescindible una vivencia sincera de nuestra vida, a fin de que podamos superar las diferentes crisis.
Se nos habla acerca de los peligros a los que se encuentra expuesto todo sacerdote en su ministerio. Comienza hablando acerca de las decepciones, las cuales vienen luego de que se han fijado ideales muy altos y los anhelos personales se han visto truncados, fracasados y las expectativas no han sido del todo alcanzadas. Habla de distintas decepciones que se pueden llegar a vivir, a saber: acerca de sí mismo, del anhelo insatisfecho de comunión fraterna, por falta de reconocimiento o sobre los directivos de diócesis.
Me llama mucho la atención cómo el autor dice que la decepción siempre es un des-engaño, un librarnos de un engaño. Creo que tiene mucha razón, ya que muchas veces nos hacemos ilusiones sobre algo que consideramos muy importante o fundamental en la vida, construimos sueños muy altos, y cuando la realidad que se vive es otra, es cuando se viene un des-engaño. Es aquí donde considero muy providencial en este momento de mi ministerio este documento, ya que me ha sido particularmente difícil compaginar ciertos pésimos testimonios que me han tocado vivir últimamente muy de cerca y que me han llegado a nublar y ensombrecer mi vivencia de la fe en el ministerio.
El mismo autor da tres maneras de poder ver estas limitaciones: ahuyentarlas, tropezar con las limitaciones, y vivir y sufrir las limitaciones, aceptándolas y no ocultándolas. Además debemos ver que siempre nuestras limitaciones personales, o aquellas que nos toca vivir y soportar de terceros, nos ayudarán en la medida que las aceptemos con fe, a ir transformando nuestra vida y nuestro entorno, ya que pueden convertirse en peldaños para subir por el camino de la cruz y el amor hacia Dios. Me encantó lo que cita el autor: “El amor no tiene que esperar a que el otro o lo otro sea perfecto. ¡Todo lo contrario! El amor es la condición para que el otro o lo otro puedan dar un paso hacia delante”.
Otro peligro grave es el conocido como burned-out, en donde la vivencia de ciertas acciones o circunstancias van quemando, desgastando y haciendo que muera el propio amor al ministerio. Cuántas veces por el activísimo, la falta de entrega o los vicios, el sacerdote va enfriándose y se va permitiendo cosas que antes no hacía y va haciendo que su ministerio pierda fuerza, vigor y ganas para evangelizar. Nunca debemos de perder de vista la constante presencia de Dios que reanima, y rejuvenece nuestra entrega.
Considero muy importantes dos recomendaciones que cita el autor de Johannes Bours, quien afirma que se puede pensarse en una fidelidad posible del sacerdote si se cumplen dos condiciones: una constante y fiel oración, a pesar de todo y de la adversidad; y el apoyo de una persona, ya sea amigo o director espiritual, con tal de que puedas sacar todo y puedas reemprender el vuelo.
En la tercera parte de este apartado se nos habla acerca del clericalismo también como un peligro constante que amenaza al sacerdote de hoy. El clericalismo entendido como un servicio espiritual que se convierte en dominio tirano, en donde el encargo sacramental de representar a Cristo se convierte en poder personal, para obtener ventajas, puestos y poder. Es por ello que se motiva e invita para poder vencer el clericalismo, el cual se da de muchas maneras, con el servicio sincero y desinteresado en bien del Reino de Dios. Considero que cuando el sacerdote no esta fortalecido en su vida espiritual, es muy fácil que se vuelva un mero administrador de sacramentos y no un representante de Dios que se motive por llevar la gracia a las almas.
Concluyo este reporte dejando claro que es inminente la cruz en la vida del sacerdote, misma que no es un atropello o un obstáculo, sino una oportunidad venida de Cristo para que podamos vivir crucificados con Cristo y siempre con la mirada puesta en él. Me queda como reflexión personal que las ayudas que nos dio Johannes Bours acerca de no abandonar la oración y la vivencia de la ayuda espiritual son las dos armas que debemos fortalecer siempre si es que queremos una vivencia fiel de nuestro ministerio, y por ende, llegar a la santidad.
El documento en cuestión nos habla, en una primera introducción, acerca de la noche oscura que puede vivir el sacerdote, la cual podría ser consecuencia de una crisis de fe en la vivencia de su ministerio. Nunca debemos idealizar el sacerdocio, considerando que todo será un camino llano y sin obstáculos; al contrario, debemos ir siempre con la concepción de que las dificultades siempre estarán presentes y nos harán haciendo madurar en la fe. Por ello, es imprescindible una vivencia sincera de nuestra vida, a fin de que podamos superar las diferentes crisis.
Se nos habla acerca de los peligros a los que se encuentra expuesto todo sacerdote en su ministerio. Comienza hablando acerca de las decepciones, las cuales vienen luego de que se han fijado ideales muy altos y los anhelos personales se han visto truncados, fracasados y las expectativas no han sido del todo alcanzadas. Habla de distintas decepciones que se pueden llegar a vivir, a saber: acerca de sí mismo, del anhelo insatisfecho de comunión fraterna, por falta de reconocimiento o sobre los directivos de diócesis.
Me llama mucho la atención cómo el autor dice que la decepción siempre es un des-engaño, un librarnos de un engaño. Creo que tiene mucha razón, ya que muchas veces nos hacemos ilusiones sobre algo que consideramos muy importante o fundamental en la vida, construimos sueños muy altos, y cuando la realidad que se vive es otra, es cuando se viene un des-engaño. Es aquí donde considero muy providencial en este momento de mi ministerio este documento, ya que me ha sido particularmente difícil compaginar ciertos pésimos testimonios que me han tocado vivir últimamente muy de cerca y que me han llegado a nublar y ensombrecer mi vivencia de la fe en el ministerio.
El mismo autor da tres maneras de poder ver estas limitaciones: ahuyentarlas, tropezar con las limitaciones, y vivir y sufrir las limitaciones, aceptándolas y no ocultándolas. Además debemos ver que siempre nuestras limitaciones personales, o aquellas que nos toca vivir y soportar de terceros, nos ayudarán en la medida que las aceptemos con fe, a ir transformando nuestra vida y nuestro entorno, ya que pueden convertirse en peldaños para subir por el camino de la cruz y el amor hacia Dios. Me encantó lo que cita el autor: “El amor no tiene que esperar a que el otro o lo otro sea perfecto. ¡Todo lo contrario! El amor es la condición para que el otro o lo otro puedan dar un paso hacia delante”.
Otro peligro grave es el conocido como burned-out, en donde la vivencia de ciertas acciones o circunstancias van quemando, desgastando y haciendo que muera el propio amor al ministerio. Cuántas veces por el activísimo, la falta de entrega o los vicios, el sacerdote va enfriándose y se va permitiendo cosas que antes no hacía y va haciendo que su ministerio pierda fuerza, vigor y ganas para evangelizar. Nunca debemos de perder de vista la constante presencia de Dios que reanima, y rejuvenece nuestra entrega.
Considero muy importantes dos recomendaciones que cita el autor de Johannes Bours, quien afirma que se puede pensarse en una fidelidad posible del sacerdote si se cumplen dos condiciones: una constante y fiel oración, a pesar de todo y de la adversidad; y el apoyo de una persona, ya sea amigo o director espiritual, con tal de que puedas sacar todo y puedas reemprender el vuelo.
En la tercera parte de este apartado se nos habla acerca del clericalismo también como un peligro constante que amenaza al sacerdote de hoy. El clericalismo entendido como un servicio espiritual que se convierte en dominio tirano, en donde el encargo sacramental de representar a Cristo se convierte en poder personal, para obtener ventajas, puestos y poder. Es por ello que se motiva e invita para poder vencer el clericalismo, el cual se da de muchas maneras, con el servicio sincero y desinteresado en bien del Reino de Dios. Considero que cuando el sacerdote no esta fortalecido en su vida espiritual, es muy fácil que se vuelva un mero administrador de sacramentos y no un representante de Dios que se motive por llevar la gracia a las almas.
Concluyo este reporte dejando claro que es inminente la cruz en la vida del sacerdote, misma que no es un atropello o un obstáculo, sino una oportunidad venida de Cristo para que podamos vivir crucificados con Cristo y siempre con la mirada puesta en él. Me queda como reflexión personal que las ayudas que nos dio Johannes Bours acerca de no abandonar la oración y la vivencia de la ayuda espiritual son las dos armas que debemos fortalecer siempre si es que queremos una vivencia fiel de nuestro ministerio, y por ende, llegar a la santidad.
Plegarias por los Sacerdotes.
Señor Jesús, te pido por tus sacerdotes que cuando estén clavados en la cruz del confesionario, pongas en ellos tu corona de luz en vez de tu corona de espinas.
Que cuando, día por día, te traigan al pan convirtiéndolo en tu cuerpo, ello no se les vuelva rutina sino diario milagro. Que su trato con las almas sea siempre para dejar en ellas el amor y el valor que tú nos entregas. Que cuando jóvenes tengan la fortaleza de tus últimos tres años, y cuando viejos sigan sintiendo que Dios alegra su juventud. Que su espíritu viviente, en carne y hueso, sean como tú, profundamente humanos y perfectamente divinos. Que cuando el desánimo y la flaqueza los agobie en el camino de su calvario estés tú como cirineo para llevarles la cruz volvérselas gozo. Y que nunca falte quien dé la vida por ellos, así como tú la diste por nosotros. |
Sacerdotes millennials, ¿el cambio que la Iglesia necesitaba?
Para quienes no estén familiarizados con lo que es un millennial, es el adjetivo que se usa para aquellos nacidos entre los 80 y mediados de los 90. Son los que se hicieron adultos con el cambio de milenio en una época de auge económico y un desarrollo tecnológico vertiginoso. Sus características son las propias de quien vive en la época de las nuevas tecnologías y las comunicaciones. Suelen tener cuentas en distintas redes sociales, sus relaciones están mediadas por dispositivos móviles, suelen estar atentos a varias cosas al mismo tiempo, quieren flexibilidad para no tener que cumplir horarios, quieren tiempo para viajar, para hacer vida social, para la diversión, para el ocio, y cuando llegan a un lugar que les elimina esta posibilidad se sienten frustrados, infelices.
¿Se puede ser católico y joven a la vez?
Ser católico hoy en día es un tanto difícil, y más siendo un joven católico, pasamos por distintos retos en nuestros trabajos, escuelas, universidades, hogares, pero no olvidemos que Jesús, nos propone y nos da siempre las herramientas para que con su ayuda podamos superar estos retos. Entonces, ¿se puede ser católico y joven a la vez? A continuación estos 7 consejos.
Sé como Timoteo, que en su corta edad fue nombrado Obispo, y debido a lo joven que era no lo tomaban en serio, es por ello que San Pablo en 1 Timoteo 4,12 le dice “Que nadie menosprecie tu juventud”, y hoy también te lo dice a ti, así como también en 1 Tim 4,16 nos llamar a cuidar nuestra conducta, “Cuida tu conducta y tu enseñanza, persevera sin desanimarte, pues actuando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan”.
¡Fórmate! Es muy importante que no olvides dedicarle tiempo a tu formación cristiana, asiste a Eucaristía, retiros espirituales, grupo juvenil, no olvides leer, estudiar, meditar la Palabra de Dios y por supuesto, no olvidemos la importancia de la oración.
Sé luz, en medio de toda oscuridad, demostremos aún en nuestras dificultades que nuestra alegría no viene de las cosas materiales o mundanas, si no que viene de haber encontrado a Jesús y que Él está siempre con nosotros.
Sé alegre, pero no confundamos la felicidad con el placer, el Papa Francisco nos lo explica: “Y es bueno que ustedes los jóvenes vean que felicidad y placer no son sinónimos. Una cosa es la felicidad y el gozo, y otra cosa es un placer pasajero. La felicidad construye, es sólida, edifica, la felicidad exige compromiso y entrega”.
Católico, Apostólico, Romano, y ¿Moderno? “Se puede ser joven y moderno y, a la vez, profundamente cristiano” (San Juan Pablo II). Actualmente vivimos en la era moderna en la que la mayor parte de las cosas giran en torno a un estado en Facebook, una foto en Instagram, ver quien tiene más “likes” en sus publicaciones, pero, ¿Por qué no utilizar estos medios de una mejor manera para poder evangelizar? Todos estamos llamados a la evangelización, así que utilicemos estos medios para poder llevar la alegría de tener a Dios en nuestras vidas. Siempre recuerda ser prudente y cuidadoso con las cosas que compartes en tus redes sociales.
¿Es malo que frecuente algún bar? No es malo en sí, pero sí debemos cuidar ciertos aspectos antes de decidir visitar uno de estos lugares, investiguemos que no sea un lugar que tenga “fama” de ser rings de boxeo, que sea libre de peleas, de drogas, si sientes que un lugar te puede exponer a algunas de estas cosas, mejor no vayas y busca otro lugar. Recuerda también ser prudente, conocer tus límites y evitar emborracharse. “Disfruta cuanto quieras, siempre que no peques” (Don Bosco).
¿Debo utilizar siempre faldas largas? (para chicas)
¡No siempre! Vístete lindo, utiliza vestidos, faldas, jeans, lo que te haga sentir más cómoda y te identifique más con tu personalidad; claro, sin perder el rumbo de quien eres, cuida tu cuerpo, recuerda que tu cuerpo es sagrado así que respétate y respeta también a los demás, evita utilizar ropas demasiado ajustadas que parezcan pintadas a tu cuerpo y las faldas o vestidos demasiado cortas.
Así que, no te avergüences de tu fe, no tengas miedo de ser un joven católico, recuerda que no vivimos aislados, estamos inmersos en el mundo, pero siempre aspirando llegar al cielo. El Papa Francisco nos recuerda: “Muchas veces, tenemos la tentación de pensar que la santidad se reserva solo a los que tienen la posibilidad de separarse de los asuntos cotidianos, para dedicarse exclusivamente a la oración ¡Pero no es así!”.
Ser católico hoy en día es un tanto difícil, y más siendo un joven católico, pasamos por distintos retos en nuestros trabajos, escuelas, universidades, hogares, pero no olvidemos que Jesús, nos propone y nos da siempre las herramientas para que con su ayuda podamos superar estos retos. Entonces, ¿se puede ser católico y joven a la vez? A continuación estos 7 consejos. 1. Sé como Timoteo, que en su corta edad fue nombrado Obispo, y debido a lo joven que era no lo tomaban en serio, es por ello que San Pablo en 1 Timoteo 4,12 le dice “Que nadie menosprecie tu juventud”, y hoy también te lo dice a ti, así como también en 1 Tim 4,16 nos llamar a cuidar nuestra conducta, “Cuida tu conducta y tu enseñanza, persevera sin desanimarte, pues actuando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan”. 2. ¡Fórmate! Es muy importante que no olvides dedicarle tiempo a tu formación cristiana, asiste a Eucaristía, retiros espirituales, grupo juvenil, no olvides leer, estudiar, meditar la Palabra de Dios y por supuesto, no olvidemos la importancia de la oración. 3. Sé luz, en medio de toda oscuridad, demostremos aún en nuestras dificultades que nuestra alegría no viene de las cosas materiales o mundanas, si no que viene de haber encontrado a Jesús y que Él está siempre con nosotros. 4. Sé alegre, pero no confundamos la felicidad con el placer, el Papa Francisco nos lo explica: “Y es bueno que ustedes los jóvenes vean que felicidad y placer no son sinónimos. Una cosa es la felicidad y el gozo, y otra cosa es un placer pasajero. La felicidad construye, es sólida, edifica, la felicidad exige compromiso y entrega”. 5. Católico, Apostólico, Romano, y ¿Moderno? “Se puede ser joven y moderno y, a la vez, profundamente cristiano” (San Juan Pablo II). Actualmente vivimos en la era moderna en la que la mayor parte de las cosas giran en torno a un estado en Facebook, una foto en Instagram, ver quien tiene más “likes” en sus publicaciones, pero, ¿Por qué no utilizar estos medios de una mejor manera para poder evangelizar? Todos estamos llamados a la evangelización, así que utilicemos estos medios para poder llevar la alegría de tener a Dios en nuestras vidas. Siempre recuerda ser prudente y cuidadoso con las cosas que compartes en tus redes sociales. 6. ¿Es malo que frecuente algún bar? No es malo en sí, pero sí debemos cuidar ciertos aspectos antes de decidir visitar uno de estos lugares, investiguemos que no sea un lugar que tenga “fama” de ser rings de boxeo, que sea libre de peleas, de drogas, si sientes que un lugar te puede exponer a algunas de estas cosas, mejor no vayas y busca otro lugar. Recuerda también ser prudente, conocer tus límites y evitar emborracharse. “Disfruta cuanto quieras, siempre que no peques” (Don Bosco). 7. ¿Debo utilizar siempre faldas largas? (para chicas) ¡No siempre! Vístete lindo, utiliza vestidos, faldas, jeans, lo que te haga sentir más cómoda y te identifique más con tu personalidad; claro, sin perder el rumbo de quien eres, cuida tu cuerpo, recuerda que tu cuerpo es sagrado así que respétate y respeta también a los demás, evita utilizar ropas demasiado ajustadas que parezcan pintadas a tu cuerpo y las faldas o vestidos demasiado cortas. Así que, no te avergüences de tu fe, no tengas miedo de ser un joven católico, recuerda que no vivimos aislados, estamos inmersos en el mundo, pero siempre aspirando llegar al cielo. El Papa Francisco nos recuerda: “Muchas veces, tenemos la tentación de pensar que la santidad se reserva solo a los que tienen la posibilidad de separarse de los asuntos cotidianos, para dedicarse exclusivamente a la oración ¡Pero no es así!”.
Sé como Timoteo, que en su corta edad fue nombrado Obispo, y debido a lo joven que era no lo tomaban en serio, es por ello que San Pablo en 1 Timoteo 4,12 le dice “Que nadie menosprecie tu juventud”, y hoy también te lo dice a ti, así como también en 1 Tim 4,16 nos llamar a cuidar nuestra conducta, “Cuida tu conducta y tu enseñanza, persevera sin desanimarte, pues actuando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan”.
¡Fórmate! Es muy importante que no olvides dedicarle tiempo a tu formación cristiana, asiste a Eucaristía, retiros espirituales, grupo juvenil, no olvides leer, estudiar, meditar la Palabra de Dios y por supuesto, no olvidemos la importancia de la oración.
Sé luz, en medio de toda oscuridad, demostremos aún en nuestras dificultades que nuestra alegría no viene de las cosas materiales o mundanas, si no que viene de haber encontrado a Jesús y que Él está siempre con nosotros.
Sé alegre, pero no confundamos la felicidad con el placer, el Papa Francisco nos lo explica: “Y es bueno que ustedes los jóvenes vean que felicidad y placer no son sinónimos. Una cosa es la felicidad y el gozo, y otra cosa es un placer pasajero. La felicidad construye, es sólida, edifica, la felicidad exige compromiso y entrega”.
Católico, Apostólico, Romano, y ¿Moderno? “Se puede ser joven y moderno y, a la vez, profundamente cristiano” (San Juan Pablo II). Actualmente vivimos en la era moderna en la que la mayor parte de las cosas giran en torno a un estado en Facebook, una foto en Instagram, ver quien tiene más “likes” en sus publicaciones, pero, ¿Por qué no utilizar estos medios de una mejor manera para poder evangelizar? Todos estamos llamados a la evangelización, así que utilicemos estos medios para poder llevar la alegría de tener a Dios en nuestras vidas. Siempre recuerda ser prudente y cuidadoso con las cosas que compartes en tus redes sociales.
¿Es malo que frecuente algún bar? No es malo en sí, pero sí debemos cuidar ciertos aspectos antes de decidir visitar uno de estos lugares, investiguemos que no sea un lugar que tenga “fama” de ser rings de boxeo, que sea libre de peleas, de drogas, si sientes que un lugar te puede exponer a algunas de estas cosas, mejor no vayas y busca otro lugar. Recuerda también ser prudente, conocer tus límites y evitar emborracharse. “Disfruta cuanto quieras, siempre que no peques” (Don Bosco).
¿Debo utilizar siempre faldas largas? (para chicas)
¡No siempre! Vístete lindo, utiliza vestidos, faldas, jeans, lo que te haga sentir más cómoda y te identifique más con tu personalidad; claro, sin perder el rumbo de quien eres, cuida tu cuerpo, recuerda que tu cuerpo es sagrado así que respétate y respeta también a los demás, evita utilizar ropas demasiado ajustadas que parezcan pintadas a tu cuerpo y las faldas o vestidos demasiado cortas.
Así que, no te avergüences de tu fe, no tengas miedo de ser un joven católico, recuerda que no vivimos aislados, estamos inmersos en el mundo, pero siempre aspirando llegar al cielo. El Papa Francisco nos recuerda: “Muchas veces, tenemos la tentación de pensar que la santidad se reserva solo a los que tienen la posibilidad de separarse de los asuntos cotidianos, para dedicarse exclusivamente a la oración ¡Pero no es así!”.
Ser católico hoy en día es un tanto difícil, y más siendo un joven católico, pasamos por distintos retos en nuestros trabajos, escuelas, universidades, hogares, pero no olvidemos que Jesús, nos propone y nos da siempre las herramientas para que con su ayuda podamos superar estos retos. Entonces, ¿se puede ser católico y joven a la vez? A continuación estos 7 consejos. 1. Sé como Timoteo, que en su corta edad fue nombrado Obispo, y debido a lo joven que era no lo tomaban en serio, es por ello que San Pablo en 1 Timoteo 4,12 le dice “Que nadie menosprecie tu juventud”, y hoy también te lo dice a ti, así como también en 1 Tim 4,16 nos llamar a cuidar nuestra conducta, “Cuida tu conducta y tu enseñanza, persevera sin desanimarte, pues actuando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan”. 2. ¡Fórmate! Es muy importante que no olvides dedicarle tiempo a tu formación cristiana, asiste a Eucaristía, retiros espirituales, grupo juvenil, no olvides leer, estudiar, meditar la Palabra de Dios y por supuesto, no olvidemos la importancia de la oración. 3. Sé luz, en medio de toda oscuridad, demostremos aún en nuestras dificultades que nuestra alegría no viene de las cosas materiales o mundanas, si no que viene de haber encontrado a Jesús y que Él está siempre con nosotros. 4. Sé alegre, pero no confundamos la felicidad con el placer, el Papa Francisco nos lo explica: “Y es bueno que ustedes los jóvenes vean que felicidad y placer no son sinónimos. Una cosa es la felicidad y el gozo, y otra cosa es un placer pasajero. La felicidad construye, es sólida, edifica, la felicidad exige compromiso y entrega”. 5. Católico, Apostólico, Romano, y ¿Moderno? “Se puede ser joven y moderno y, a la vez, profundamente cristiano” (San Juan Pablo II). Actualmente vivimos en la era moderna en la que la mayor parte de las cosas giran en torno a un estado en Facebook, una foto en Instagram, ver quien tiene más “likes” en sus publicaciones, pero, ¿Por qué no utilizar estos medios de una mejor manera para poder evangelizar? Todos estamos llamados a la evangelización, así que utilicemos estos medios para poder llevar la alegría de tener a Dios en nuestras vidas. Siempre recuerda ser prudente y cuidadoso con las cosas que compartes en tus redes sociales. 6. ¿Es malo que frecuente algún bar? No es malo en sí, pero sí debemos cuidar ciertos aspectos antes de decidir visitar uno de estos lugares, investiguemos que no sea un lugar que tenga “fama” de ser rings de boxeo, que sea libre de peleas, de drogas, si sientes que un lugar te puede exponer a algunas de estas cosas, mejor no vayas y busca otro lugar. Recuerda también ser prudente, conocer tus límites y evitar emborracharse. “Disfruta cuanto quieras, siempre que no peques” (Don Bosco). 7. ¿Debo utilizar siempre faldas largas? (para chicas) ¡No siempre! Vístete lindo, utiliza vestidos, faldas, jeans, lo que te haga sentir más cómoda y te identifique más con tu personalidad; claro, sin perder el rumbo de quien eres, cuida tu cuerpo, recuerda que tu cuerpo es sagrado así que respétate y respeta también a los demás, evita utilizar ropas demasiado ajustadas que parezcan pintadas a tu cuerpo y las faldas o vestidos demasiado cortas. Así que, no te avergüences de tu fe, no tengas miedo de ser un joven católico, recuerda que no vivimos aislados, estamos inmersos en el mundo, pero siempre aspirando llegar al cielo. El Papa Francisco nos recuerda: “Muchas veces, tenemos la tentación de pensar que la santidad se reserva solo a los que tienen la posibilidad de separarse de los asuntos cotidianos, para dedicarse exclusivamente a la oración ¡Pero no es así!”.
¿Qué diferencia hay entre un sacerdote diocesano y un religioso?
En la última cena (Mt 26; Mc 14; Lc 22), el Señor Jesús instituyó el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento del Orden, este último con el objetivo de seguir celebrando el primero y así, perpetuar la presencia del mismo Señor en las especies eucarísticas. Sin embargo, hay sacerdotes “diocesanos” y sacerdotes “religiosos”. ¿Cuál es la diferencia?
El ministerio sacerdotal confiado a los apóstoles fue, posteriormente, comunicado por ellos a otros que los sucederían en la misión, a los cuales llamaron Epíscopos (obispos) (1 Tim 3,1ss; 2 Tim 1,6). Este ministerio, además de la potestad de celebrar los sacramentos, conlleva el oficio pastoral. Con el tiempo, los mismos apóstoles van asociando a su ministerio a otros a los que llaman presbíteros (Hch 14,23), sin olvidar la presencia casi inmediata de los diáconos (Hch 6,1-7). Así, cada comunidad cristiana, situada en un territorio determinado, estaba pastoreada por un obispo con un grupo de presbíteros y diáconos, situación que continúa hasta hoy. El oficio del presbítero (sacerdote) ha sido siempre el de colaborar con su obispo en el ministerio pastoral de la Iglesia.
Por otra parte, desde los primeros siglos de la Iglesia, se empezó a gestar un movimiento de personas que de manera individual se alejaban de la vida común para dedicarse únicamente al Señor, especialmente yéndose al desierto, conocidos como eremitas y anacoretas. Con el tiempo, se empiezan a reunir en grupos para compartir este estilo de vida. Esto es el germen de los que más a delante se llamará vida religiosa. Esta consiste en vivir la consagración al Señor, como sacerdote o como hermano, en una comunidad con un carisma específico, esto es, la intención con la cual fue fundada: atender a los jóvenes, a los niños sin hogar, a las prostitutas, a los enfermos, a los privados de libertad, a los inmigrantes, entre otros.
Esto nos lleva, entonces, a hablar del modo de vivir diverso del único sacerdocio confiado por el Señor Jesús a su Iglesia, esto es, sacerdote diocesano y sacerdote religioso. Es el mismo sacerdocio vivido de modo diverso, en cuanto a su comunidad específica.
El sacerdote diocesano tiene un modo de vida que brota de lo que los apóstoles fundaron en las primeras comunidades: un obispo y un grupo de sacerdotes con él pastoreando un territorio determinado llamado Diócesis (de ahí su nombre, diocesanos). El carisma particular está inspirado en Cristo Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas (Jn 10). Propiamente, atienden las parroquias y otras dependencias de la diócesis. Están bajo la autoridad exclusiva de su obispo, por medio de las promesas hechas el día de su ordenación: castidad, pobreza y obediencia.
El sacerdote religioso tiene las mismas facultades de un sacerdote diocesano, es decir, la capacidad de celebrar los sacramentos, pero lo que lo distingue es su modo de vivir. Ya no es entorno a un obispo en una diócesis determinada, sino en una comunidad especifica de religiosos, con un carisma propio, inspirado por el fundador de tal comunidad, bajo la autoridad de un hermano superior de la misma comunidad. Toda la comunidad bajo la autoridad y cuidado del obispo de la diócesis en la que reside. Cada uno profesa, antes de su ordenación sacerdotal, los votos de pobreza, castidad y obediencia. Así tenemos a los Redentoristas, Vicentinos, Carmelitas, Siervos de Jesús, Salesianos, Somascos, Jesuitas y muchos más.
En síntesis, es el mismo sacerdocio, sólo que el diocesano lo ejerce bajo la autoridad de un Obispo en un territorio específico llamado Diócesis, mientras que el religioso lo ejercer bajo la autoridad de un Superior, siguiendo el carisma de su fundador y viviendo en una comunidad.
El ministerio sacerdotal confiado a los apóstoles fue, posteriormente, comunicado por ellos a otros que los sucederían en la misión, a los cuales llamaron Epíscopos (obispos) (1 Tim 3,1ss; 2 Tim 1,6). Este ministerio, además de la potestad de celebrar los sacramentos, conlleva el oficio pastoral. Con el tiempo, los mismos apóstoles van asociando a su ministerio a otros a los que llaman presbíteros (Hch 14,23), sin olvidar la presencia casi inmediata de los diáconos (Hch 6,1-7). Así, cada comunidad cristiana, situada en un territorio determinado, estaba pastoreada por un obispo con un grupo de presbíteros y diáconos, situación que continúa hasta hoy. El oficio del presbítero (sacerdote) ha sido siempre el de colaborar con su obispo en el ministerio pastoral de la Iglesia.
Por otra parte, desde los primeros siglos de la Iglesia, se empezó a gestar un movimiento de personas que de manera individual se alejaban de la vida común para dedicarse únicamente al Señor, especialmente yéndose al desierto, conocidos como eremitas y anacoretas. Con el tiempo, se empiezan a reunir en grupos para compartir este estilo de vida. Esto es el germen de los que más a delante se llamará vida religiosa. Esta consiste en vivir la consagración al Señor, como sacerdote o como hermano, en una comunidad con un carisma específico, esto es, la intención con la cual fue fundada: atender a los jóvenes, a los niños sin hogar, a las prostitutas, a los enfermos, a los privados de libertad, a los inmigrantes, entre otros.
Esto nos lleva, entonces, a hablar del modo de vivir diverso del único sacerdocio confiado por el Señor Jesús a su Iglesia, esto es, sacerdote diocesano y sacerdote religioso. Es el mismo sacerdocio vivido de modo diverso, en cuanto a su comunidad específica.
El sacerdote diocesano tiene un modo de vida que brota de lo que los apóstoles fundaron en las primeras comunidades: un obispo y un grupo de sacerdotes con él pastoreando un territorio determinado llamado Diócesis (de ahí su nombre, diocesanos). El carisma particular está inspirado en Cristo Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas (Jn 10). Propiamente, atienden las parroquias y otras dependencias de la diócesis. Están bajo la autoridad exclusiva de su obispo, por medio de las promesas hechas el día de su ordenación: castidad, pobreza y obediencia.
El sacerdote religioso tiene las mismas facultades de un sacerdote diocesano, es decir, la capacidad de celebrar los sacramentos, pero lo que lo distingue es su modo de vivir. Ya no es entorno a un obispo en una diócesis determinada, sino en una comunidad especifica de religiosos, con un carisma propio, inspirado por el fundador de tal comunidad, bajo la autoridad de un hermano superior de la misma comunidad. Toda la comunidad bajo la autoridad y cuidado del obispo de la diócesis en la que reside. Cada uno profesa, antes de su ordenación sacerdotal, los votos de pobreza, castidad y obediencia. Así tenemos a los Redentoristas, Vicentinos, Carmelitas, Siervos de Jesús, Salesianos, Somascos, Jesuitas y muchos más.
En síntesis, es el mismo sacerdocio, sólo que el diocesano lo ejerce bajo la autoridad de un Obispo en un territorio específico llamado Diócesis, mientras que el religioso lo ejercer bajo la autoridad de un Superior, siguiendo el carisma de su fundador y viviendo en una comunidad.
Hombre: vocación personal y dialógica
El ser humano es el único ser capaz de buscar conscientemente sentido a su propia existencia, a su concretización en tiempo y lugar, y al universo que lo envuelve. Su capacidad de percepción-asombro lo hace un ser abierto al “fuera de sí”. Es por ello que descubre que no puede deberse a sí mismo; no tiene la capacidad de responderse porque él mismo es dado, y lo mejor de lo existente le ha sido otorgado sin su concurso, y gratis. Es desde esta gratuidad que buscará una luz que pueda esclarecer sus más íntimas cuestiones que en un primer estadio de su existencia aparecen veladas.
El asombro de su búsqueda será más grande aún al encontrarse encontrado por esta Gratuidad y es en esta Gratuidad revelada que se sumergirá para saber quién es él, de dónde viene, a dónde va y porqué va –e incluso– ¿por qué él?
El presente ensayo será un intento de aproximarse y dejarse encontrar por esta Gratuidad personal que revela su misterio gradualmente y que culmina en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo, que nos da acceso al Padre en el Espíritu Santo. Esta tentativa de aproximación quiere subrayar el ser dialógico-personal de todo ser humano y su vocación a la comunión entre iguales a imagen y semejanza de Dios Uno-Trino.
Realización del hombre en el otro
¿Cómo se realiza el hombre en su ser más profundo? ¿Puede el hombre ser un ser para sí mismo absoluto? ¿Qué papel juega el otro en la búsqueda de sentido personal? ¿O no juega ningún papel, sino que es inherente en la misma búsqueda?
Debemos aceptar que en el cotidiano haber la aproximación con el otro es innegable. Nos relacionamos querámoslo o no. Ante esta realidad relacional que sobrepasa nuestros esquemas especulativos, observamos que puede ser a la vez subjetivamente espontáneo, abierto y natural llegando a amar y querer compartir con el otro; como también se puede llegar a padecer la desilusión y el rechazo llegando incluso al odio. Es en este meollo relacional donde el hombre posee la idoneidad de salir de sí para ir en busca del otro, o de encerrarse en sí mismo.
Si, como sabemos conceptualmente, es en la relación abierta donde «ninguno de nosotros vive para sí mismo» en que el hombre encuentra su realización, ¿cómo podrá salir de sí sin una garantía experiencial de esta “salida de sí” por amor a él? ¿Cómo va dar algo que por él no han dado?
El filósofo francés Nédoncelle escribe: «…la posibilidad de dirigirnos sin límites hacia una realización total de nosotros mismos que fuera a la vez la realización total de la red de personas con las cuales nos encontramos en la existencia, no puede explicarse ni por los esfuerzos del yo, ni por la colegialidad de todos los yoes. No puede explicarse más que por un Dios, y este Dios debe ser personal en cierta manera»[1]. Afirmamos entonces que es en este Dios personal, que saliendo de sí mismo como comunidad personal en el amor, donde el hombre podrá verse amado y lo capacitará a su vez para amar como él ha sido amado[2]. Porque nadie da de lo que no tiene, y sólo en la medida en que el hombre experimente el amor personal-gratuito de Dios podrá, no sólo un “realizarse” individual, sino participar con el otro de la “realeza” a la que han sido convocados, de la dignidad de saberse hijos de Dios.
Fundamentación Trinitaria. Dios personal
El Dios revelado por la persona de Jesús de Nazareth no sólo es Creador sino Amor gratuito, Agápe. Él ha manifestado la comunión amorosa que se vive en la intimidad divina; el Verbo encarnado junto con el Padre y el Espíritu Santo se «revela a sí mismo –como Dios– para hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas»[3]. Es en esta revelación de Dios Uno-Trino donde se trasluce al hombre quién es el hombre, y no qué. Porque el hombre en su esencia es un ser para Dios, ser hacia Dios. Sólo en Dios puede el hombre encontrarse verdaderamente a sí mismo, encontrar finalmente su plenitud. De ahí se deduce además que la existencia humana en el mundo sigue siendo una invitación: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Pero si nuestro ser humano sólo allí ha de alcanzar su plena y definitiva configuración, entonces también nuestro preguntar por la esencia del hombre sólo puede encontrar allí su plena y definitiva respuesta (Coreth).
Así, es en Dios-trinidad donde el hombre se encuentra a sí mismo. Dios-comunión se hace presente totalmente al hombre de una forma “personal” (distinta de la relación causal) comenzando unas relaciones “personales” con los hombres. La unidad divina no es sólo un estar “con” sino estar “en” el otro, en una comunión perfecta que es inhabitación recíproca (Ladaria)[4]; de ello sacamos una luz para el convivir relacional humano, es decir, que el hombre no vive para asociarse “junto-a” sino que es convocado a coexistir en comunión “en” el otro.
Sumando, el Dios-Amor nos muestra la expansión abierta del acontecimiento gratuito que podemos alcanzar en comunión con Él. Es en su Amor donde el hombre halla la capacidad para abrirse hacia el otro porque la caridad esencialmente tiende al otro; por ello el amor de sí no puede ser la realización perfecta del mismo. Para que haya caridad ha de haber por tanto pluralidad de personas como señala Ricardo de San Víctor al referirse a la Trinidad: «Si en Dios hay distinción y diversidad, ésta se funda solamente en la perfección de la caridad: nada hay mejor ni más perfecto que la caridad, y por tanto ha de existir en Dios en grado máximo». La caridad esencialmente tiende al otro; por ello el amor de sí no puede ser la realización perfecta del mismo. Para que haya caridad ha de haber por tanto pluralidad de personas. No se entiende el amor sin el otro, el amor es lo que establece la diversidad, en Dios mismo y en la creación. Pero para que Dios pueda tener este sumo amor hace falta que haya quien sea digno de él, que sea igual a él, condignus[5]. Para que haya caridad tiene que haber otro. No vivimos para nosotros mismos, porque es en la caridad donde se entrelaza lo más profundo del ser al recibir como en el dar.
Luces sobre dimensión personal-dialógica del hombre
Hasta aquí hemos vislumbrado, sin ser exhaustivos, que es en este Dios personal revelado donde el hombre puede encontrar plena y definitivamente la respuesta a su sentido óntico. Este Dios, manifestado en la persona del Verbo, se revela a sí mismo como comunidad unitiva amorosa y proporciona una claridad al hombre-persona en su relación “en el otro” que –aun siendo distinto y diverso– es digno de él porque es igual a él. Dicho esto, nos centraremos en la dimensión personal y dialógica del ser humano a la luz del Dios personal que dialoga en sí mismo porque es Trinidad.
El hombre ha sido llamado a participar en la realidad personal de Dios como “imagen y semejanza” en comunión y para la comunión. «El Dios tripersonal, trinitario en sus relaciones inmanentes, dota de personalidad al ser que llama a su amistad, al hombre. Éste, ser histórico y material es convocado a la amistad con Dios, siendo algo diferente de lo que Dios mismo es, aunque es elevado al orden tripersonal en el que Dios vive eternamente … (pero) Dios no sólo (es) tripersonal, sino personalizador; y es justo personalizador porque hace participar al hombre de su esencial ser comunidad personal … En realidad cuando decimos que Dios es tripersonal no estamos diciendo “qué” es Dios, no mentamos la esencia divina, sino que nos referimos a “quién” es Dios»[6]. La dimensión personal del hombre encuentra su plenitud en la relación tripersonal de Dios mismo; la singularidad y unicidad de cada persona descansa en la vocación personificadora de Dios elevando su dimensión creacional a una intimidad filial.
La dimensión personal del hombre no tendría significación si se desliga del encuentro, y este encuentro es diálogo y apertura hacia el otro. «En su vida trinitaria Dios es dialógico y comunitario, y en su diálogo con el hombre le descubre al propio hombre su ser dialógico y comunitario»[7]. Como Dios mismo es relación intra-trinitaria y comunión en sí, el hombre halla su trascendencia en cuanto imagen de esta misma relación. Esta relación dialógica no se limita entre la criatura personal y su Hacedor, sino entre personas en el Dios personal. La caridad perfecta desea que el que tú amas sea amado por otro como lo amas tú (Ricardo de San Víctor). Tiene que haber un consortium amoris, un amor en comunión. La caridad perfecta no se encierra en los amantes, sino que se dilata por la misma fuerza del amor, y reposa en la gratuidad del nosotros.
Conclusión
Existir como persona impone un estado de apertura dialógica hacia el otro. Vivimos en relación y para la relación. Nuestra realidad íntima viene reflejada en la comunión trinitaria de Dios que nos esclarece nuestro sentido personal.
El otro viene y me ayuda a salir de mí mismo, y de un modo misterioso toma parte de mi yo. La entrega que puedo hacer al tú no proviene fundamentalmente de mí mismo, sino del mismo tú. La relación del “yo – tú” (Buber) se expande y se apertura hacia el “nosotros”. El peligro está en no “dialogar personalmente” con el tú. Es decir, puede haber intersección de palabras sin que exista una comunicación, porque puede uno estar encerrado en sí y tan lleno de razones que no atiende a la interpretación del otro. Dialogar significa dejarnos interpelar por el otro que viene a nuestro encuentro, que viene a hacerse uno con nosotros, ya sea inconsciente, pero en el fondo anhelante de «común-unión».
«Dialogar significa aceptar dejarnos interpelar por el otro; significa asumir sobre nosotros la responsabilidad que tenemos sobre el otro; significa dejarnos afectar no sólo por las razones del otro, sino fundamentalmente, por su propia persona, por su espiritualidad y por su carnalidad, por su historia; incluso, si es el caso, por su maldad hacia nosotros. Existir como persona implica existir como hombre que responde de los otros hombres o como hombre que no responde de los otros hombres, pero no hay término medio»[8].
© 2016 – Francis Javier Navío Vera para el Centro de Estudios Católicos – CEC
[1] NÉDONCELLE, M. Conciencia y logos. Horizontes y métodos de una filosofía personalista, París, 1961, p. 10.
[2] Cf. Jn 17, 22 – 23. 26
[3] CEC n. 52.
[4] LADARIA L., El Dios vivo y verdadero. El misterio de la Trinidad, 4ta Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca 2010, p. 374: «La unidad y distinción en Dios son tales que implican el ser el uno en el otro, no solo con o junto al otro, en una comunión de amor que no podemos en absoluto imaginar. Junto a la relación (esse ad) que distingue en la unidad divina, la perichoresis (esse in) une manteniendo la distinción. Las relaciones de origen desembocan en la inhabitación mutua. También esto es un elemento y un aspecto de la unidad».
[5] Ibid., p. 341.
[6] MORENO VILLA M., El hombre como persona, Caparrós Editores, Madrid 2005, p. 34.
[7] Ibid., p. 25.
[8] Ibid.
El asombro de su búsqueda será más grande aún al encontrarse encontrado por esta Gratuidad y es en esta Gratuidad revelada que se sumergirá para saber quién es él, de dónde viene, a dónde va y porqué va –e incluso– ¿por qué él?
El presente ensayo será un intento de aproximarse y dejarse encontrar por esta Gratuidad personal que revela su misterio gradualmente y que culmina en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo, que nos da acceso al Padre en el Espíritu Santo. Esta tentativa de aproximación quiere subrayar el ser dialógico-personal de todo ser humano y su vocación a la comunión entre iguales a imagen y semejanza de Dios Uno-Trino.
Realización del hombre en el otro
¿Cómo se realiza el hombre en su ser más profundo? ¿Puede el hombre ser un ser para sí mismo absoluto? ¿Qué papel juega el otro en la búsqueda de sentido personal? ¿O no juega ningún papel, sino que es inherente en la misma búsqueda?
Debemos aceptar que en el cotidiano haber la aproximación con el otro es innegable. Nos relacionamos querámoslo o no. Ante esta realidad relacional que sobrepasa nuestros esquemas especulativos, observamos que puede ser a la vez subjetivamente espontáneo, abierto y natural llegando a amar y querer compartir con el otro; como también se puede llegar a padecer la desilusión y el rechazo llegando incluso al odio. Es en este meollo relacional donde el hombre posee la idoneidad de salir de sí para ir en busca del otro, o de encerrarse en sí mismo.
Si, como sabemos conceptualmente, es en la relación abierta donde «ninguno de nosotros vive para sí mismo» en que el hombre encuentra su realización, ¿cómo podrá salir de sí sin una garantía experiencial de esta “salida de sí” por amor a él? ¿Cómo va dar algo que por él no han dado?
El filósofo francés Nédoncelle escribe: «…la posibilidad de dirigirnos sin límites hacia una realización total de nosotros mismos que fuera a la vez la realización total de la red de personas con las cuales nos encontramos en la existencia, no puede explicarse ni por los esfuerzos del yo, ni por la colegialidad de todos los yoes. No puede explicarse más que por un Dios, y este Dios debe ser personal en cierta manera»[1]. Afirmamos entonces que es en este Dios personal, que saliendo de sí mismo como comunidad personal en el amor, donde el hombre podrá verse amado y lo capacitará a su vez para amar como él ha sido amado[2]. Porque nadie da de lo que no tiene, y sólo en la medida en que el hombre experimente el amor personal-gratuito de Dios podrá, no sólo un “realizarse” individual, sino participar con el otro de la “realeza” a la que han sido convocados, de la dignidad de saberse hijos de Dios.
Fundamentación Trinitaria. Dios personal
El Dios revelado por la persona de Jesús de Nazareth no sólo es Creador sino Amor gratuito, Agápe. Él ha manifestado la comunión amorosa que se vive en la intimidad divina; el Verbo encarnado junto con el Padre y el Espíritu Santo se «revela a sí mismo –como Dios– para hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas»[3]. Es en esta revelación de Dios Uno-Trino donde se trasluce al hombre quién es el hombre, y no qué. Porque el hombre en su esencia es un ser para Dios, ser hacia Dios. Sólo en Dios puede el hombre encontrarse verdaderamente a sí mismo, encontrar finalmente su plenitud. De ahí se deduce además que la existencia humana en el mundo sigue siendo una invitación: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Pero si nuestro ser humano sólo allí ha de alcanzar su plena y definitiva configuración, entonces también nuestro preguntar por la esencia del hombre sólo puede encontrar allí su plena y definitiva respuesta (Coreth).
Así, es en Dios-trinidad donde el hombre se encuentra a sí mismo. Dios-comunión se hace presente totalmente al hombre de una forma “personal” (distinta de la relación causal) comenzando unas relaciones “personales” con los hombres. La unidad divina no es sólo un estar “con” sino estar “en” el otro, en una comunión perfecta que es inhabitación recíproca (Ladaria)[4]; de ello sacamos una luz para el convivir relacional humano, es decir, que el hombre no vive para asociarse “junto-a” sino que es convocado a coexistir en comunión “en” el otro.
Sumando, el Dios-Amor nos muestra la expansión abierta del acontecimiento gratuito que podemos alcanzar en comunión con Él. Es en su Amor donde el hombre halla la capacidad para abrirse hacia el otro porque la caridad esencialmente tiende al otro; por ello el amor de sí no puede ser la realización perfecta del mismo. Para que haya caridad ha de haber por tanto pluralidad de personas como señala Ricardo de San Víctor al referirse a la Trinidad: «Si en Dios hay distinción y diversidad, ésta se funda solamente en la perfección de la caridad: nada hay mejor ni más perfecto que la caridad, y por tanto ha de existir en Dios en grado máximo». La caridad esencialmente tiende al otro; por ello el amor de sí no puede ser la realización perfecta del mismo. Para que haya caridad ha de haber por tanto pluralidad de personas. No se entiende el amor sin el otro, el amor es lo que establece la diversidad, en Dios mismo y en la creación. Pero para que Dios pueda tener este sumo amor hace falta que haya quien sea digno de él, que sea igual a él, condignus[5]. Para que haya caridad tiene que haber otro. No vivimos para nosotros mismos, porque es en la caridad donde se entrelaza lo más profundo del ser al recibir como en el dar.
Luces sobre dimensión personal-dialógica del hombre
Hasta aquí hemos vislumbrado, sin ser exhaustivos, que es en este Dios personal revelado donde el hombre puede encontrar plena y definitivamente la respuesta a su sentido óntico. Este Dios, manifestado en la persona del Verbo, se revela a sí mismo como comunidad unitiva amorosa y proporciona una claridad al hombre-persona en su relación “en el otro” que –aun siendo distinto y diverso– es digno de él porque es igual a él. Dicho esto, nos centraremos en la dimensión personal y dialógica del ser humano a la luz del Dios personal que dialoga en sí mismo porque es Trinidad.
El hombre ha sido llamado a participar en la realidad personal de Dios como “imagen y semejanza” en comunión y para la comunión. «El Dios tripersonal, trinitario en sus relaciones inmanentes, dota de personalidad al ser que llama a su amistad, al hombre. Éste, ser histórico y material es convocado a la amistad con Dios, siendo algo diferente de lo que Dios mismo es, aunque es elevado al orden tripersonal en el que Dios vive eternamente … (pero) Dios no sólo (es) tripersonal, sino personalizador; y es justo personalizador porque hace participar al hombre de su esencial ser comunidad personal … En realidad cuando decimos que Dios es tripersonal no estamos diciendo “qué” es Dios, no mentamos la esencia divina, sino que nos referimos a “quién” es Dios»[6]. La dimensión personal del hombre encuentra su plenitud en la relación tripersonal de Dios mismo; la singularidad y unicidad de cada persona descansa en la vocación personificadora de Dios elevando su dimensión creacional a una intimidad filial.
La dimensión personal del hombre no tendría significación si se desliga del encuentro, y este encuentro es diálogo y apertura hacia el otro. «En su vida trinitaria Dios es dialógico y comunitario, y en su diálogo con el hombre le descubre al propio hombre su ser dialógico y comunitario»[7]. Como Dios mismo es relación intra-trinitaria y comunión en sí, el hombre halla su trascendencia en cuanto imagen de esta misma relación. Esta relación dialógica no se limita entre la criatura personal y su Hacedor, sino entre personas en el Dios personal. La caridad perfecta desea que el que tú amas sea amado por otro como lo amas tú (Ricardo de San Víctor). Tiene que haber un consortium amoris, un amor en comunión. La caridad perfecta no se encierra en los amantes, sino que se dilata por la misma fuerza del amor, y reposa en la gratuidad del nosotros.
Conclusión
Existir como persona impone un estado de apertura dialógica hacia el otro. Vivimos en relación y para la relación. Nuestra realidad íntima viene reflejada en la comunión trinitaria de Dios que nos esclarece nuestro sentido personal.
El otro viene y me ayuda a salir de mí mismo, y de un modo misterioso toma parte de mi yo. La entrega que puedo hacer al tú no proviene fundamentalmente de mí mismo, sino del mismo tú. La relación del “yo – tú” (Buber) se expande y se apertura hacia el “nosotros”. El peligro está en no “dialogar personalmente” con el tú. Es decir, puede haber intersección de palabras sin que exista una comunicación, porque puede uno estar encerrado en sí y tan lleno de razones que no atiende a la interpretación del otro. Dialogar significa dejarnos interpelar por el otro que viene a nuestro encuentro, que viene a hacerse uno con nosotros, ya sea inconsciente, pero en el fondo anhelante de «común-unión».
«Dialogar significa aceptar dejarnos interpelar por el otro; significa asumir sobre nosotros la responsabilidad que tenemos sobre el otro; significa dejarnos afectar no sólo por las razones del otro, sino fundamentalmente, por su propia persona, por su espiritualidad y por su carnalidad, por su historia; incluso, si es el caso, por su maldad hacia nosotros. Existir como persona implica existir como hombre que responde de los otros hombres o como hombre que no responde de los otros hombres, pero no hay término medio»[8].
© 2016 – Francis Javier Navío Vera para el Centro de Estudios Católicos – CEC
[1] NÉDONCELLE, M. Conciencia y logos. Horizontes y métodos de una filosofía personalista, París, 1961, p. 10.
[2] Cf. Jn 17, 22 – 23. 26
[3] CEC n. 52.
[4] LADARIA L., El Dios vivo y verdadero. El misterio de la Trinidad, 4ta Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca 2010, p. 374: «La unidad y distinción en Dios son tales que implican el ser el uno en el otro, no solo con o junto al otro, en una comunión de amor que no podemos en absoluto imaginar. Junto a la relación (esse ad) que distingue en la unidad divina, la perichoresis (esse in) une manteniendo la distinción. Las relaciones de origen desembocan en la inhabitación mutua. También esto es un elemento y un aspecto de la unidad».
[5] Ibid., p. 341.
[6] MORENO VILLA M., El hombre como persona, Caparrós Editores, Madrid 2005, p. 34.
[7] Ibid., p. 25.
[8] Ibid.
Recorrido Virtual Capilla Adoratrices Perpetuas. 360°
¿Has sentido el llamado de Dios? Un hermoso video que te mostrará cómo responder.
La mies es grande, por no decir inmensa, los obreros pocos, por no decir escasísimos, la oración imprescindible, por eso hay que rezarle más al dueño de la mies. Pero ¿qué hemos de pedirle? Obvio, lo que Él mismo ha dicho: «que nos envíe más obreros, sí, que envíe más obreros a su mies» (Cfr. Mt 9, 38).
Sin embargo, ¿qué entendemos cuando así rezamos? Pues, dos conclusiones se podrían sacar de esta petición, es decir, sobre la petición del envío: O Dios no llama más obreros, por lo que habría que convencerlo de que cambie de opinión y lo haga, lo cual no tendría mucho sentido, visto que Él es el primero que desea ardientemente incendiar con su amor hasta los últimos confines de la tierra, o bien y mejor, Dios los llama, pero estos no escuchan o escuchan, pero no responden, o responden pero no perseveran. Entonces lo que en realidad debemos pedir cuando decimos «¡envíanos más obreros!» es que aquellos que son llamados escuchen; y si escuchan, respondan, y si responden que sean perseverantes y fieles a su llamada. Sí, así habría que rezarle al dueño de la mies. No temamos, Él responderá. Él donará las gracias necesarias para ensanchar y volver más generosos los corazones de sus elegidos. Y si de casualidad percibes que eres tú uno de aquellos que el Señor llama por nombre, reza también por ti, para que Dios te de la fuerza, para que te haga más generoso. Porque aquí la ley fundamental es aquella de la generosidad o del amor (que es lo mismo), como decía con pasión el Padre Hurtado durante un retiro de Semana Santa para jóvenes en 1946:
«Si Él te llamara, ¿qué harías?… Quisiera que lo pensaras a fondo, porque esto es lo esencial de los retiros espirituales. Los retiros son un llamado a fondo a la generosidad. No se mueven por temor, ¡no se trata de asustar! […] Los retiros son para almas que quieran subir, y mientras más arriba mejor; son para quienes han entendido qué significa Amar, y que el cristianismo es amor, que el mandamiento grande por excelencia es el del amor. La prueba de la fe es el amor, amor heroico, y el heroísmo no es obligatorio. El sacerdocio, las misiones, las obras de caridad no son materia de obligaciones, de pecado, son absolutamente necesarias para la Iglesia y son obra de la generosidad. El día que no haya sacerdotes no habrá sacramentos, y el sacerdocio no es obligatorio; el día que no haya misioneros, no avanzará la fe, y las misiones no son obligatorias; el día que no haya quienes cuiden a los leprosos y a los pobres no habrá el testimonio distintivo de Cristo, y esas obras no son obligatorias… El día que no haya santos, no habrá Iglesia y la santidad no es obligatoria. ¡Qué grande es esta idea! ¡La Iglesia no vive del cumplimiento del deber, sino de la generosidad de sus fieles!
Si Él te llamara, ¿qué le dirías? ¿En qué disposición estás? ¡¡Pide, ruega estar en la mejor!! San Ignacio pide al que entra en Ejercicios: ¡Grande ánimo y liberalidad para con Dios Nuestro Señor! ¡¡Querer afectarse y entregarse enteros!!
Señor, si en nuestro atribulado siglo XX, que viene saliendo de esta horrenda carnicería: campos de concentración, deportaciones, bombardeos, que trabajó afanosamente por matar con armas mil veces peores, que se despedazan por poseer más, por más negocios, más confort, más honras, menos dolor; si en este mundo del siglo XX, una generación comprendiese su misión y quisiera dar testimonio del Cristo en que cree, no sólo con gritos que nada significan de Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera… ¿Dónde?, sino en la ofrenda humilde, silenciosa de sus vidas, para hacerlo reinar por los caminos en que Cristo quiere reinar: en su pobreza, mansedumbre, humillación, en sus dolores, en su oración, ¡¡en su caridad humilde y abnegada!! ¡Si Cristo encontrara esa generación! Si Cristo encontrara uno… ¿querrás ser tú?, el más humilde. El más inútil a los ojos del mundo, puede ser el más útil a los ojos de Dios… Yo, Señor, nada valgo… pero confuso, con temor y temblor, yo te ofrezco mi propio corazón».
Sin embargo, ¿qué entendemos cuando así rezamos? Pues, dos conclusiones se podrían sacar de esta petición, es decir, sobre la petición del envío: O Dios no llama más obreros, por lo que habría que convencerlo de que cambie de opinión y lo haga, lo cual no tendría mucho sentido, visto que Él es el primero que desea ardientemente incendiar con su amor hasta los últimos confines de la tierra, o bien y mejor, Dios los llama, pero estos no escuchan o escuchan, pero no responden, o responden pero no perseveran. Entonces lo que en realidad debemos pedir cuando decimos «¡envíanos más obreros!» es que aquellos que son llamados escuchen; y si escuchan, respondan, y si responden que sean perseverantes y fieles a su llamada. Sí, así habría que rezarle al dueño de la mies. No temamos, Él responderá. Él donará las gracias necesarias para ensanchar y volver más generosos los corazones de sus elegidos. Y si de casualidad percibes que eres tú uno de aquellos que el Señor llama por nombre, reza también por ti, para que Dios te de la fuerza, para que te haga más generoso. Porque aquí la ley fundamental es aquella de la generosidad o del amor (que es lo mismo), como decía con pasión el Padre Hurtado durante un retiro de Semana Santa para jóvenes en 1946:
«Si Él te llamara, ¿qué harías?… Quisiera que lo pensaras a fondo, porque esto es lo esencial de los retiros espirituales. Los retiros son un llamado a fondo a la generosidad. No se mueven por temor, ¡no se trata de asustar! […] Los retiros son para almas que quieran subir, y mientras más arriba mejor; son para quienes han entendido qué significa Amar, y que el cristianismo es amor, que el mandamiento grande por excelencia es el del amor. La prueba de la fe es el amor, amor heroico, y el heroísmo no es obligatorio. El sacerdocio, las misiones, las obras de caridad no son materia de obligaciones, de pecado, son absolutamente necesarias para la Iglesia y son obra de la generosidad. El día que no haya sacerdotes no habrá sacramentos, y el sacerdocio no es obligatorio; el día que no haya misioneros, no avanzará la fe, y las misiones no son obligatorias; el día que no haya quienes cuiden a los leprosos y a los pobres no habrá el testimonio distintivo de Cristo, y esas obras no son obligatorias… El día que no haya santos, no habrá Iglesia y la santidad no es obligatoria. ¡Qué grande es esta idea! ¡La Iglesia no vive del cumplimiento del deber, sino de la generosidad de sus fieles!
Si Él te llamara, ¿qué le dirías? ¿En qué disposición estás? ¡¡Pide, ruega estar en la mejor!! San Ignacio pide al que entra en Ejercicios: ¡Grande ánimo y liberalidad para con Dios Nuestro Señor! ¡¡Querer afectarse y entregarse enteros!!
Señor, si en nuestro atribulado siglo XX, que viene saliendo de esta horrenda carnicería: campos de concentración, deportaciones, bombardeos, que trabajó afanosamente por matar con armas mil veces peores, que se despedazan por poseer más, por más negocios, más confort, más honras, menos dolor; si en este mundo del siglo XX, una generación comprendiese su misión y quisiera dar testimonio del Cristo en que cree, no sólo con gritos que nada significan de Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera… ¿Dónde?, sino en la ofrenda humilde, silenciosa de sus vidas, para hacerlo reinar por los caminos en que Cristo quiere reinar: en su pobreza, mansedumbre, humillación, en sus dolores, en su oración, ¡¡en su caridad humilde y abnegada!! ¡Si Cristo encontrara esa generación! Si Cristo encontrara uno… ¿querrás ser tú?, el más humilde. El más inútil a los ojos del mundo, puede ser el más útil a los ojos de Dios… Yo, Señor, nada valgo… pero confuso, con temor y temblor, yo te ofrezco mi propio corazón».
¿Has sentido el llamado de Dios?
La mies es grande, por no decir inmensa, los obreros pocos, por no decir escasísimos, la oración imprescindible, por eso hay que rezarle más al dueño de la mies. Pero ¿qué hemos de pedirle? Obvio, lo que Él mismo ha dicho: «que nos envíe más obreros, sí, que envíe más obreros a su mies» (Cfr. Mt 9, 38).
Sin embargo, ¿qué entendemos cuando así rezamos? Pues, dos conclusiones se podrían sacar de esta petición, es decir, sobre la petición del envío: O Dios no llama más obreros, por lo que habría que convencerlo de que cambie de opinión y lo haga, lo cual no tendría mucho sentido, visto que Él es el primero que desea ardientemente incendiar con su amor hasta los últimos confines de la tierra, o bien y mejor, Dios los llama, pero estos no escuchan o escuchan, pero no responden, o responden pero no perseveran. Entonces lo que en realidad debemos pedir cuando decimos «¡envíanos más obreros!» es que aquellos que son llamados escuchen; y si escuchan, respondan, y si responden que sean perseverantes y fieles a su llamada. Sí, así habría que rezarle al dueño de la mies. No temamos, Él responderá. Él donará las gracias necesarias para ensanchar y volver más generosos los corazones de sus elegidos. Y si de casualidad percibes que eres tú uno de aquellos que el Señor llama por nombre, reza también por ti, para que Dios te de la fuerza, para que te haga más generoso. Porque aquí la ley fundamental es aquella de la generosidad o del amor (que es lo mismo), como decía con pasión el Padre Hurtado durante un retiro de Semana Santa para jóvenes en 1946:
«Si Él te llamara, ¿qué harías?… Quisiera que lo pensaras a fondo, porque esto es lo esencial de los retiros espirituales. Los retiros son un llamado a fondo a la generosidad. No se mueven por temor, ¡no se trata de asustar! […] Los retiros son para almas que quieran subir, y mientras más arriba mejor; son para quienes han entendido qué significa Amar, y que el cristianismo es amor, que el mandamiento grande por excelencia es el del amor. La prueba de la fe es el amor, amor heroico, y el heroísmo no es obligatorio. El sacerdocio, las misiones, las obras de caridad no son materia de obligaciones, de pecado, son absolutamente necesarias para la Iglesia y son obra de la generosidad. El día que no haya sacerdotes no habrá sacramentos, y el sacerdocio no es obligatorio; el día que no haya misioneros, no avanzará la fe, y las misiones no son obligatorias; el día que no haya quienes cuiden a los leprosos y a los pobres no habrá el testimonio distintivo de Cristo, y esas obras no son obligatorias… El día que no haya santos, no habrá Iglesia y la santidad no es obligatoria. ¡Qué grande es esta idea! ¡La Iglesia no vive del cumplimiento del deber, sino de la generosidad de sus fieles!
Si Él te llamara, ¿qué le dirías? ¿En qué disposición estás? ¡¡Pide, ruega estar en la mejor!! San Ignacio pide al que entra en Ejercicios: ¡Grande ánimo y liberalidad para con Dios Nuestro Señor! ¡¡Querer afectarse y entregarse enteros!!
Señor, si en nuestro atribulado siglo XX, que viene saliendo de esta horrenda carnicería: campos de concentración, deportaciones, bombardeos, que trabajó afanosamente por matar con armas mil veces peores, que se despedazan por poseer más, por más negocios, más confort, más honras, menos dolor; si en este mundo del siglo XX, una generación comprendiese su misión y quisiera dar testimonio del Cristo en que cree, no sólo con gritos que nada significan de Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera… ¿Dónde?, sino en la ofrenda humilde, silenciosa de sus vidas, para hacerlo reinar por los caminos en que Cristo quiere reinar: en su pobreza, mansedumbre, humillación, en sus dolores, en su oración, ¡¡en su caridad humilde y abnegada!! ¡Si Cristo encontrara esa generación! Si Cristo encontrara uno… ¿querrás ser tú?, el más humilde. El más inútil a los ojos del mundo, puede ser el más útil a los ojos de Dios… Yo, Señor, nada valgo… pero confuso, con temor y temblor, yo te ofrezco mi propio corazón».
Sin embargo, ¿qué entendemos cuando así rezamos? Pues, dos conclusiones se podrían sacar de esta petición, es decir, sobre la petición del envío: O Dios no llama más obreros, por lo que habría que convencerlo de que cambie de opinión y lo haga, lo cual no tendría mucho sentido, visto que Él es el primero que desea ardientemente incendiar con su amor hasta los últimos confines de la tierra, o bien y mejor, Dios los llama, pero estos no escuchan o escuchan, pero no responden, o responden pero no perseveran. Entonces lo que en realidad debemos pedir cuando decimos «¡envíanos más obreros!» es que aquellos que son llamados escuchen; y si escuchan, respondan, y si responden que sean perseverantes y fieles a su llamada. Sí, así habría que rezarle al dueño de la mies. No temamos, Él responderá. Él donará las gracias necesarias para ensanchar y volver más generosos los corazones de sus elegidos. Y si de casualidad percibes que eres tú uno de aquellos que el Señor llama por nombre, reza también por ti, para que Dios te de la fuerza, para que te haga más generoso. Porque aquí la ley fundamental es aquella de la generosidad o del amor (que es lo mismo), como decía con pasión el Padre Hurtado durante un retiro de Semana Santa para jóvenes en 1946:
«Si Él te llamara, ¿qué harías?… Quisiera que lo pensaras a fondo, porque esto es lo esencial de los retiros espirituales. Los retiros son un llamado a fondo a la generosidad. No se mueven por temor, ¡no se trata de asustar! […] Los retiros son para almas que quieran subir, y mientras más arriba mejor; son para quienes han entendido qué significa Amar, y que el cristianismo es amor, que el mandamiento grande por excelencia es el del amor. La prueba de la fe es el amor, amor heroico, y el heroísmo no es obligatorio. El sacerdocio, las misiones, las obras de caridad no son materia de obligaciones, de pecado, son absolutamente necesarias para la Iglesia y son obra de la generosidad. El día que no haya sacerdotes no habrá sacramentos, y el sacerdocio no es obligatorio; el día que no haya misioneros, no avanzará la fe, y las misiones no son obligatorias; el día que no haya quienes cuiden a los leprosos y a los pobres no habrá el testimonio distintivo de Cristo, y esas obras no son obligatorias… El día que no haya santos, no habrá Iglesia y la santidad no es obligatoria. ¡Qué grande es esta idea! ¡La Iglesia no vive del cumplimiento del deber, sino de la generosidad de sus fieles!
Si Él te llamara, ¿qué le dirías? ¿En qué disposición estás? ¡¡Pide, ruega estar en la mejor!! San Ignacio pide al que entra en Ejercicios: ¡Grande ánimo y liberalidad para con Dios Nuestro Señor! ¡¡Querer afectarse y entregarse enteros!!
Señor, si en nuestro atribulado siglo XX, que viene saliendo de esta horrenda carnicería: campos de concentración, deportaciones, bombardeos, que trabajó afanosamente por matar con armas mil veces peores, que se despedazan por poseer más, por más negocios, más confort, más honras, menos dolor; si en este mundo del siglo XX, una generación comprendiese su misión y quisiera dar testimonio del Cristo en que cree, no sólo con gritos que nada significan de Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera… ¿Dónde?, sino en la ofrenda humilde, silenciosa de sus vidas, para hacerlo reinar por los caminos en que Cristo quiere reinar: en su pobreza, mansedumbre, humillación, en sus dolores, en su oración, ¡¡en su caridad humilde y abnegada!! ¡Si Cristo encontrara esa generación! Si Cristo encontrara uno… ¿querrás ser tú?, el más humilde. El más inútil a los ojos del mundo, puede ser el más útil a los ojos de Dios… Yo, Señor, nada valgo… pero confuso, con temor y temblor, yo te ofrezco mi propio corazón».
3 cosas que pueden pasar en un mundo sin sacerdotes
¿Te imaginas el mundo sin sacerdotes? ¿Qué pasaría si no hubiera ministros en la Iglesia?
Los sacerdotes son personas importantísimas para el mundo. Tienen un poder que nadie más en la Tierra tiene, que se los ha dado el mismo Cristo: ser otros cristos. Por eso pueden consagrar el pan que se transforma en Jesús, dar su perdón e infundir su fuerza. Pero los sacerdotes, aunque tienen una misión muy grande, no son super hombres, sino personas normales elegidas por Dios. Por eso todos los católicos, tú y yo, tenemos que estar muy preocupados porque existan sacerdotes, porque sean muchos y santos. Para esto hay algunas cosas que podemos hacer por ellos.
1. Rezar mucho por los sacerdotes: hay que pedirle mucho a Dios porque los mantenga fieles a su misión. Todo el tiempo debes rezar para que Jesús sea el modelo de cada sacerdote.
2. Recordarles su misión continuamente: pienso que el respeto que se le debe tener a los sacerdotes es por la tarea que realizan en la tierra. No es tratarlos como ciudadanos de primera clase, sino recordarles que están para servir a todos. No tengas miedo de pedirles favores, consejos, confesiones, etc. ¡Es lo que más hace feliz a un sacerdote! «Son pastores, no funcionarios. Son mediadores, no intermediarios. Tengan siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir, y buscar y salvar lo que estaba perdido», les dijo a algunos sacerdotes el Papa Francisco.
3. Recordarles que deben ser ovejas: aunque su misión es grande, solo son seres humanos. Por eso se pueden equivocar, desalentar, enojarse. Siempre está bueno que puedas ofrecerles ayuda, consejo, ánimo e incluso corregirlos.
4. Pregúntate tú mismo, ¿qué quiere Dios de ti?: Dios llama a cada uno a ser santo y ser feliz. Por eso el camino que Él te presenta es el que más te conviene. ¡Pregúntale a qué te llama! Lo mejor que puedes hacer por la Iglesia y el mundo es responder a la vocación de Dios, sea ésta para el sacerdocio, la vida religiosa o el matrimonio.
Los sacerdotes tienen una misión muy grande en la Iglesia. Por eso debemos ayudarlos muchísimo para que la cumplan. Pero no te olvides que tú también tienes una misión en la Iglesia. Cómo dice el final del video: Dios tiene un plan para ti, para hacerte feliz.
2. Recordarles su misión continuamente: pienso que el respeto que se le debe tener a los sacerdotes es por la tarea que realizan en la tierra. No es tratarlos como ciudadanos de primera clase, sino recordarles que están para servir a todos. No tengas miedo de pedirles favores, consejos, confesiones, etc. ¡Es lo que más hace feliz a un sacerdote! «Son pastores, no funcionarios. Son mediadores, no intermediarios. Tengan siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir, y buscar y salvar lo que estaba perdido», les dijo a algunos sacerdotes el Papa Francisco.
3. Recordarles que deben ser ovejas: aunque su misión es grande, solo son seres humanos. Por eso se pueden equivocar, desalentar, enojarse. Siempre está bueno que puedas ofrecerles ayuda, consejo, ánimo e incluso corregirlos.
4. Pregúntate tú mismo, ¿qué quiere Dios de ti?: Dios llama a cada uno a ser santo y ser feliz. Por eso el camino que Él te presenta es el que más te conviene. ¡Pregúntale a qué te llama! Lo mejor que puedes hacer por la Iglesia y el mundo es responder a la vocación de Dios, sea ésta para el sacerdocio, la vida religiosa o el matrimonio.
Los sacerdotes tienen una misión muy grande en la Iglesia. Por eso debemos ayudarlos muchísimo para que la cumplan. Pero no te olvides que tú también tienes una misión en la Iglesia. Cómo dice el final del video: Dios tiene un plan para ti, para hacerte feliz.
El llamado de Dios es la señal más clara del diálogo del Creador con el hombre. ¿Cuántos perciben su voz?, ¿cómo identificar su mensaje?
Alguna vez te has preguntado ¿para qué has nacido?, ¿qué camino escoger ? ¿qué vocación me hará realmente feliz? y ¿cuál es el camino que Dios me tiene preparado? |
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No tener miedo al miedoMuchos, al sentir miedo, pueden creer: “ah, eso significa que esto no es para mí”. ¡Al contrario! Tener miedo es completamente natural, es la respuesta lógica al ver que Dios nos pide algo grande. Es como la novia a punto de casarse, puede tener miedo, pero no se dejará dominar por el miedo. Toma la decisión porque ama y se sabe amada, y aunque no esté segura de qué podrá ocurrir a futuro, tiene su confianza puesta en el otro y en Dios. Da, como muchos, un salto al vacío, pero segurísima de que el amor de Dios es su sostén, y que Él no pide algo sin dar antes las gracias necesarias para llevarlo a cabo. Esto lo tenemos que tener muy claro, remarcado y subrayado: Dios, al dar una vocación determinada, la entrega junto a las muchas gracias para poder vivirla y ser fiel a la misma.Es por esta razón que, a la hora de decir “sí”, sobreviene la paz, la alegría, la plenitud. Además… ¡cuántas veces Jesús repitió en sus Evangelios: “¡No temas!” Nos lo repite nuevamente, y, si le escuchamos y le dejamos entrar en nuestras vidas, descubrimos que es cierto que su yugo es suave y la carga ligera.
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“Quien ama conoce a Dios; quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Pero no amor de telenovela. ¡No, no! Amor sólido, fuerte; amor eterno, amor que se manifiesta – la palabra de estos días, manifestación – su Hijo, que ha venido para salvarnos. Amor concreto; amor de obras y no de palabras. Para conocer a Dios se necesita toda una vida; un camino, un camino de amor, de conocimiento, de amor por el prójimo, de amor por los que nos odian, de amor por todos” Papa Francisco.
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Si Jesús Hubiera Tenido Twitter
¿Qué hubiera pasado si Jesús tuviera Twitter? No me cabe duda que sus “followers” o seguidores, sobrepasarían el número límite de la red social. Pero yo me pregunto ¿Cuántos de esos serían jóvenes? HOY MISMO!!! Nosotros como jóvenes tenemos el deber de compartir a Dios con el mundo, por medio de las redes sociales…si este video llego a ti no es casualidad ¡Esto es urgente! Los jóvenes de este mundo NECESITANdarle FOLLOW a Dios en su corazón. ¿Qué te da vergüenza? Entonces escucha bien:“Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y la del Padre, y la de los santos ángeles.” (Lc 9:26)
Cortometraje: “Alba”. ¿De qué está hecho el corazón de un sacerdote?.
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“Alba es la historia de un cruce de caminos, que además es un cruce de vidas. Gabriel, es un sacerdote diocesano que vive en una comunidad rural, como cada domingo madrugará para celebrar la Eucaristía en cinco pueblos de su zona.
Al alba estará recorriendo las carreteras de una zona rural de difícil acceso, pero esta mañana de domingo será diferente, Gabriel tendrá que prestar socorro a un grupo de jóvenes atrapados en un coche volcado, una carrera contrarreloj por mantener con vida a Alba, una joven que ha resultado gravemente herida. En este momento Gabriel demostrará con el ejemplo de su propia vida su pasión por el Evangelio” (descripción tomada del canal de contracorriente en youtube). |
El corazón de un misionero católico (¡Qué GRAN corazón!)
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La Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND) de este año ha sacado un video que no necesita demasiada presentación. El video nos toca desde el inicio porque el corazón del hombre se cuestiona rápidamente cuando un testimonio de amor auténtico se le pone enfrente. Una misionero que es capaz de dejarlo todo para servir a los más necesitados nos coloca delante de nosotros mismos y nos pregunta: “Y tú, ¿cuánto eres capaz de amar?”. Creo que a partir de estas imágenes y de su contenido podemos generar un dialogo muy bueno sobre la profundidad de los anhelos de amor que están en el corazón de cada uno. Planteo algunas preguntas que se me vienen a la cabeza: ¿Por qué nos conmueven estas imágenes? ¿Su entrega está fuera de mi alcance o no? ¿Para vivir un amor tan grande me tengo que ir de misiones al África o puedo vivir un amor heroico en lo cotidiano?
Estoy seguro que les ha gustado tanto como a mí. Y otra cosa… con estos hombre en nuestras filas… ¡Que orgullo ser católicos! |
“Mi vida religiosa es una bendición” (Un testimonio lleno de alegría)
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(EL LLAMADO DEL REY S. Alberto Hurtado S.J.)
«Así, pues, centrándome en Jesús, poniendo mis ojos en Él es como me veo a mí mismo, como soy, descubro de dónde vengo y hacia dónde debo ir. Encontrándome con Él y trabando amistad con Él, voy interiorizando la realidad que y abriéndome hacia los demás como testigo de una existencia auténtica que dé testimonio y anuncie la verdad del Señor Jesús, brindando así a través de una efectiva conciencia misional un apostolado que ayude a otras personas a ingresara en un proceso de amorización tal como me ha llevado a centrarme en el Señor y a proclamar , como lo hace el Apóstol, “mi vida es Cristo”. ¿No es esto la vida cristiana?» |

ORACIÓN PARA CONOCER TU VOCACIÓN
Señor Dios, Tu Quien eres el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
que maravilloso es tu nombre en toda la tierra.
Te amo, oh, Señor, mi fortaleza.
Gracias por la vocación que me has dado.
Que sepa nutrirla y abrazarla como un camino
especial que me has trazado para alcanzar el cielo.
Fortificado por el ejemplo de Jesús, María y José
viviré mi vocación con gozo y serenidad.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén
Campamento seminario mayor.
Seminario Mayor estuvieron de campamentos en terrenos del Seminario San Juan María Vianey en los Azufres.
Estos fueron un descanso para relajarse de las clases y de la peregrinación, actividades muy divertidas ya que pudieron ir a las albercas de laguna larga nadar y descansar en el agua caliente, lo importante fue convivir con los grupos e integración...
Gracias a Dios todo salio muy bien y fue un gran descanso.
Estos fueron un descanso para relajarse de las clases y de la peregrinación, actividades muy divertidas ya que pudieron ir a las albercas de laguna larga nadar y descansar en el agua caliente, lo importante fue convivir con los grupos e integración...
Gracias a Dios todo salio muy bien y fue un gran descanso.
PEREGRINACIÓN a patzcuaro , michoacan.
La tradicional peregrinación de cada año, el Seminario Diocesano de Morelia, sale camino a Patzcuaro para llegar a La Basílica de Nuestra Señora de la Salud.
llegando al pueblo de Tiripetio para ahí descansar y comer para recobrar fuerza, después seguir en la aventura y llegar al pueblo de Huiramba ahí celebramos la Santa Misa ya habiendo participado de la Eucaristía salimos a cenar unos muy ricos tacos y enchiladas.
Al dia siguiente nos encaminamos en la madrugada a nuetros destino Patzcuaro, paramos a desayunar algo para asi alcansar a llegar. Por fin llegamos todos, aunque algunos cansados y ampollados llegamos emosionados por el logro que hicimos gracias a Dios y a Nuestra Señora de la Salud
llegando al pueblo de Tiripetio para ahí descansar y comer para recobrar fuerza, después seguir en la aventura y llegar al pueblo de Huiramba ahí celebramos la Santa Misa ya habiendo participado de la Eucaristía salimos a cenar unos muy ricos tacos y enchiladas.
Al dia siguiente nos encaminamos en la madrugada a nuetros destino Patzcuaro, paramos a desayunar algo para asi alcansar a llegar. Por fin llegamos todos, aunque algunos cansados y ampollados llegamos emosionados por el logro que hicimos gracias a Dios y a Nuestra Señora de la Salud